(En alguna parte del planeta Ella y Niño juegan en el suelo. Él ríe
con la inocencia de lo que es, mientras ella crea un montón de insectos
con una sonrisa un tanto perdida)
NIÑO.— (aplaudiendo) ¡Más, más!
ELLA.— ¿Más? A ver a ver…
(Sonriendo cierra el puño y cuando lo vuelve a abrir aparece una
libélula moteada de azul y verde. El niño, fascinado por esos colores,
extiende su mano para cogerla pero el insecto sale volando y desaparece
en el horizonte)
ELLA.— Nunca intentes retener a los que poseen alas.
NIÑO.— ¿Por qué?
ELLA.— Porque nacieron para ser libres.
NIÑO.— ¿Nosotros somos libres?
(Ella apaga sus ojos por un instante, seria, y los fija en la Tierra
que escupe su peculiar escándalo a través de las nubes. Sin responder,
junta ambas manos y ahuecándolas, crea un escorpión que deposita con
cuidado en el suelo de cristal. Niño se olvida de su pregunta y mira
embelesado al escorpión)
NIÑO.— ¿Y esto qué es?
ELLA.— Un escorpión (cogiendo de la muñeca al niño cuando éste va a tocarlo) Nunca toques a los que guardan veneno en su interior.
NIÑO.— ¿Por qué?
ELLA.—Porque nacieron para matar.
NIÑO.— ¿Nosotros podemos matar?
(Ella sonríe con tristeza sin responder tampoco a esa pregunta y de
sus manos saca un camaleón verde que deja también en el suelo)
NIÑO.— ¿Y esto?
ELLA.— Un camaleón, mira.
(El escorpión se aproxima y el camaleón desaparece. Niño lo busca
por todas partes, sin éxito, y con la boca abierta mira a Ella esperando
una explicación)
ELLA.—Nunca intentes encontrar a los que se disfrazan.
NIÑO.— ¿Por qué?
ELLA.—Porque nacieron para poder esconderse y defenderse.
NIÑO.— ¿Y nosotros podemos…?
ELLA.— Mira, te explicaré cómo somos nosotros (señalando a la Tierra), cómo son ellos.
(Abre la mano, y en su palma, aparece un caracol que se arrastra dejando tras de sí un reguero brillante)
NIÑO.— ¡Qué feo! ¿Y este que hace?
ELLA. —Nada (con desprecio lo mira fijamente, el caracol le devuelve la mirada separando los ojos)
Guardamos en nosotros una soledad mórbida que solo es comparable a la
mirada de los caracoles. Es una pupila perdida, absurda y desviada,
clavada en la ausencia de cualquier lugar plagado de brillo; una mirada
que busca un agua que no encuentra. A veces tenemos que bajar las
persianas que encierran nuestros ojos para asegurarnos de que es de
noche, sin miedo a dejarnos en ridículo. Para nosotros es de noche,
¿entiendes? Aunque ahí fuera a todo el mundo se le esté derritiendo la
cera de sus alas, para nosotros es de noche. Y lo seguirá siendo hasta
que el caparazón que tenemos en la espalda —que no nos hace libres, ni
mata, ni nos oculta ni nos protege, tan solo nos aplasta, esa mierda que
llevamos arrastrando desde que somos caracoles— desaparezca y nos
libere para que nos permita ser lo que somos: una masa sin huesos
jodidamente babosa.
(A Ella se le escapa una lágrima cuando cierra el puño y aplasta al caracol, Niño calla, expectante)
ELLA.— (sonriendo) Prefiero las mariposas, parece que tienen menos problemas.
NIÑO.— (susurrando) Mariposas…
(Ella abre la mano y de ella sale volando una mariposa, una
Ornithoptera Alexandrae de tonos azulados que se pierde en el cielo bajo
la atenta mirada del niño. )
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